*Por Yair Ademar Domínguez*
Hace algunos años en mi natal Coatzacoalcos escuché a un sacerdote hablar de la “metanoia”, una palabra griega que significa “volverse del camino en que se andaba y tomar otra dirección”. Él la utilizó en el sentido religioso o teológico para referirse a la “transformación” o “conversión” de una persona al cristianismo. Sin embargo, en su sentido original la palabra es muy iluminadora para los tiempos que se viven en nuestro país.
Acostumbrados a un status quo, a una forma de hacer las cosas, a la corrupción imperante en todos los ámbitos de la vida pública, en México ha sido difícil aplicar la “metanoia”, este cambio de rumbo que ha propuesto el presidente Andrés Manuel López Obrador, porque por aquí y por allá quiere salir en este proyecto, el hombre viejo, el acostumbrado al robo, al lucro, al pasar por encima de los otros.
Pero esto no sucede solamente en México, en donde llegó a gobernar un hombre con un proyecto con profundas raíces sociales, que miró de frente, a los ojos, a los más desprotegidos, para empoderarlos con un programa social inédito, único en la historia de nuestra nación. En todo el mundo se ha venido dando un despertar, la necesidad de un cambio de rumbo, de una “metanoia social” que permita empoderar a los ciudadanos, a los hombres y mujeres de a pie, como suele decirse.
Desde Washington, la capital de Estados Unidos, nos enteramos que funcionarios del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM) iniciaron un encuentro rodeados de fuertes críticas por la lentitud que han mostrado para aplicarse ante los grandes desafíos del mundo en materia de cambio climático y sobre todo de desarrollo social.
Hay que recordar que, al iniciar este año, el Secretario general de la Organización de Naciones Unidas, António Guterres, condenó el “sistema financiero global moralmente en bancarrota… Diseñado para beneficiar a los ricos y los poderosos”. Sus palabras nos remitieron a la propuesta que desde siempre ha venido haciendo Andrés Manuel López Obrador en México y que aquí hemos reiterado: invertir la pirámide, empoderar a los más necesitados, atender a los olvidados de siempre.
Voces críticas están pidiendo “un giro dramático” para estas instituciones internacionales. Es decir, que empiecen a considerar lo verdaderamente importante para el mundo, frente a los intereses de oligarquías o de grupos que quieren seguir manteniendo sus propios intereses.
La prensa internacional consigna que Alemania ya se ha sumado a los llamados por “reformas fundamentales” en el Banco Mundial. En febrero, la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, afirmó que el modelo multilateral actual es “insuficiente para abordar el momento”.
Además, la revista The Economist describió al FMI como una institución que padece una “crisis de identidad”, y declaró que el Fondo “está paralizado porque es una institución multilateral que aspira a representar a todo el mundo, y al mismo tiempo es un club controlado por Estados Unidos y sus aliados occidentales”.
El modelo mexicano de transformación que ha impulsado el presidente Andrés Manuel López Obrador puede servir de modelo y de guía para estas instituciones internacionales en crisis. Lo que el mandatario mexicano ha hecho es recoger las voces de “los de abajo”, de quienes menos tienen, de quienes han servido siempre de escalón para que los poderosos se impulsen en sus proyectos de enriquecimiento. Es el momento del pueblo y el pueblo lo sabe. No hay duda.
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