Articulista Invitado
La insurgencia civil nos exige cambios
Por Héctor Yunes Landa
¡Indígnense! es el título que lleva la obra de Stéphane
Hessel- uno de los redactores de la Declaración de Derechos Humanos de 1948- en
el cual el autor de 93 años exhorta a la juventud contemporánea a indignarse
ante un mundo que funciona mal debido a que el poder financiero acapara todo.
Es esta la inspiración que toman los miembros que conforman la plataforma
¡Democracia Real Ya!, y el “Movimiento de Indignados 15-M”, que desde hace días
son el centro de atención de España y el mundo entero, al concentrarse en la
Plaza del Sol de Madrid, y haciendo eco en muchas ciudades del mundo, pidiendo
a su gobierno una sociedad más justa y reformas políticas a profundidad. Su
lema es uno: “No somos marionetas en manos de políticos y banqueros”.
Estos jóvenes en protesta son la voz de una sociedad harta
de la crisis económica y en busca de una revisión de las estructuras políticas
que permitan un ejercicio gubernamental más justo y representativo. Los jóvenes
del 15-M tienen razón: España necesita transformaciones que permitan liberar a
la política de la sujeción a los intereses económicos. Sin embargo la pregunta
fundamental es: ¿Cuál es la alternativa?
Las reformas políticas no son el simple resultado de una
votación en el congreso a favor de nuevas disposiciones. El complejo sistema
democrático de administración requiere de transformaciones de base y de fondo
que no se consiguen de la noche a la mañana, y sobre todo, dependen de procesos
complejos que afectan no sólo a un país, sino al mundo entero.
El sistema económico internacional se ha convertido
actualmente en el regente general de los países capitalistas. Las
transformaciones internas sólo son posibles y deben de darse de manera que se
adecuen y adapten a los estándares internacionales.
Hoy vivimos en la llamada Aldea Global, conectada a través
de la Internet y funcionando simultáneamente los 365 días del año, las 24 horas
del día. Es un engranaje que no se puede detener. Los estados nacionales
existen como emblemas, pero han disminuido su potestad y su capacidad real de
acción; sólo actúan en la medida en que no trastoquen este delicado engranaje
mundial, dejando de lado los proyectos de transformación indispensables para
que sus habitantes accedan a condiciones de vida más justas. Esto origina la
brecha entre el gobierno y la gente, cuando aquel es incapaz de ofrecer un
cambio real y el ciudadano se decepciona de sus gobernantes y, peor aún, de la
Política.
El mundo debe observar a los valientes jóvenes del 15-M
(valientes no porque arriesguen su vida, sino porque deciden dejar el Facebook
para salir a tomar su legítimo derecho a la expresión y la participación
ciudadana), y tomar de ellos cuando menos, la reflexión. Es urgente una
revisión del modelo económico vigente, así como un replanteamiento de la actitud
de las corporaciones que detentan a nivel mundial el poder económico cada vez
más monopolizado. Los partidos y la clase política en general de México debemos
tomar muy en serio lo que está pasando en muchas partes del mundo; aún estamos
a tiempo de lograr un gran acuerdo nacional, o, ¿Es necesario llegar al límite
como está ocurriendo en España o a la situación insostenible de nuestra entidad
hermana Michoacán para conjuntar esfuerzos?
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