El 20/10/2010 03:41 p.m., carmen cariño escribió:
Compás tal vez puedan colgar en sus blogs y reproducir esta reflexión. Por humanidad, justicia y responsabilidad que tod@s tenemos, no nos quedemos con los brazos cruzados. Aprovecho para compartirles una de las frases favoritas de Bety, mi hermana:
Cuando los nazis vinieron por los comunistas / me quedé callado; / yo no era comunista. / Cuando encerraron a los socialdemócratas / permanecí en silencio; / yo no era socialdemócrata. / Cuando llegaron por los sindicalistas / no dije nada; / yo no era sindicalista. / Cuando vinieron por los judíos / No pronuncié palabra; / yo no era judío. / Cuando vinieron por mí / no quedaba nadie para decir algo
La muerte de Teresa
Por David Cilia Olmos
En 20 días más Teresa cumpliría 32 años, en marzo próximo estaría dando a luz, por esas fechas también su hijo Efraín estará cumpliendo dos años. Ya no lo celebrará. Ahora está rodeada de hermosas flores, ayer la despedimos, se fue con su vestido tradicional, con la nueva hamaca que nunca alcanzó a estrenar, con sus trastos de plástico y un gallo para que la acompañe en su camino.
Se fue con un mensaje escrito en la mano, antes de irse sus ancianos padres le orientaron sobre su camino y le dijeron en Triqui: recuerda allá, donde te escuchen, los nombres de los que te quitaron la vida, y los repitieron uno por uno. No hay coraje, hay dolor y más que nada, la preocupación para que no se olvide el mensaje.
Antes de irse Orlando, el hijo la madre de Teresa, y su abuela, lavaron con alcohol sus manos y la planta de los pies para que llegue limpia a donde va. Orlando no llora, a sus 9 años entiende perfectamente que de nada le sirve llorar, las demás mujeres tampoco lloran, han estado presentes durante horas de pie, aquí no hay ni una silla donde sentarse, ni un banco y ni un tabique.
Teresa no fue velada en su casa, “¿Qué casa iba a tener si era desplazada?” me contesta un indígena Triqui. En la casa más cercana a la escuela, sobre unos cuantos blocks de concreto se colocó su ataúd, entre las sábanas solo se alcanza a observar su cabello negro ensortijado.
Teresa había resistido los más de 300 días que duró el cerco militar en contra de la localidad de San Juan Copala, los últimos días del asedio ya no había comida y solo bebía agua de lluvia, cuando llovía, pues ya era imposible salir de las casas.
Pero finalmente el sitio en contra de Cópala terminó con la toma militar del poblado. Primero la policía estatal tomo el Palacio Municipal Autónomo con el pretexto de la muerte del jefe paramilitar de UBISORT en la Sabana. La comunidad sitiada había sido tocada en su corazón. La policía estatal dejó el Palacio Municipal Autónomo, pero nuevamente las mujeres volvieron a salir a las calles de su comunidad y lo retomaron. No fue fácil, ahí murió una persona y hubo muchos heridos de bala.
Entre el 11 y el 19 de septiembre se dio la batalla por Copala, seis días le tomo a 400 paramilitares tomar el poblado casa por casa. La gente pasó los últimos días en sus casas con un estoicismo que se guardará en las páginas de la historia de este país, durante 3 o 4 días no tuvieron nada que comer y nada que beber. Teresa salió de su casa, con sus hijos el 14 de septiembre, durante la madrugada, en la oscuridad y dado lo abrupto del terreno calló en una barranca profunda y rodó arrastrando a algunos de sus hijos. Como pudo siguió su camino y finalmente logró pasar entre lo más difícil de la selva y barrancas el cerco de los paramilitares. Su esposo Jordán se quedó a intentar proteger el poblado y ayudar al escape de los demás habitantes, la mayoría de ellos de la tercera edad.
Cuando finalmente Jordán logró romper el cerco militar y escapar se reunió con ella en Yosuyuxi y enfrentaron su nueva situación, durante más de 10 meses ni Jordán ni Teresa habían tenido alguna fuente de ingresos económicos, pues primero no podían salir del poblado y luego ni de sus casas, ahora el joven matrimonio tenía que ver como alimentar a sus 6 hijos, que en 5 meses serían 7.
Teresa vivía escondida en la casa de su mamá. Ni ella ni sus hijos podían salir y ni siquiera asomarse a la puerta o a las ventanas, la casa de su madre estaba visible y peligrosamente a la orilla de la carretera. Ahí solo podía tejer diadema indígena, artesanías, para tener algún ingreso, pero ella no podía salir a venderlas, pues su vida corría peligro.
Una semana antes de su muerte Teresa y Jordán recibieron en esa casa a Matilde Pérez, de La Jornada, a Zósimo Camacho y David Cilia García, reporteros de la revista Contralínea, al corresponsal de Proceso en Oaxaca, a la reportera Frida Guerrera y a Reyna Martínez vocera del Municipio Autónomo en el estado de Oaxaca.
Reyna tomó las manos de Teresa en sus propias manos y le dijo mirándola a los ojos:
--Vámonos para Oaxaca, al plantón…
--No puedo Reyna –contestó Teresa—tengo muchos hijos y pueden dar mucha lata.
Reyna insistió, pero Teresa mantuvo su negativa, quería estar con su esposo y sus hijos juntos y eso sólo lo podía lograr estando en Yosuyuxi.
Ahora Teresa está muerta. Hasta esta localidad de la región Triqui Baja que reúne la mayor cantidad de desplazados de San Juan Copala llegaron los sicarios para ejecutarla.
Ahora mismo nos muestran la ropa que tenía puesta Teresa durante la emboscada. El largo cinturón indígena tejido a mano muestra las perforaciones de los tiros que la abatieron por la espalda, nos muestran el sostén tinto de sangre, el fondo, y el huipil de pos si rojo, con el orificio de la bala calibre 7.62. Pero no es la única sangre, en la camioneta en la que viajaba se nota la saña, el uso de diversos calibres, el miedo de los que con impunidad disparan que una vez apretado el gatillo no dejaron de disparar hasta que sobre la carretera dieron el tiro de gracia a Jordán, el esposo de Teresa.
Rodeada de flores, en manojos que nunca abandona una anciana Triqui, la madre de Teresa reflexiona o pregunta en un español bastante claro para quien lo quiera entender: “no sé porque le hacen así, ella no es hombre, nomás mujer, ella nomás estaba aquí, en su casa”.
Su pregunta me da claridad acerca de que los paramilitares que se están apoderando de México están mandando un mensaje de “equidad” en la muerte que distribuyen, los mínimos códigos de comportamiento en la guerra, para ellos son basura, lo que el jefe ordene, eso se hace. Los paramilitares que siguen masacrando al pueblo Triqui de Copala tienen los mismos códigos éticos que sus jefes Toño Pájaro, Heriberto Pazos, Ulises Ruiz, o sea, no tienen madre.
Pero yo me pregunto: ¿Dónde están las y los activistas que defienden los derechos de la mujer en México? ¿Andan en algún congreso internacional? ¿Teresa no era mujer? ¿Acompañaba demasiado a su marido como para que merezca ser defendida?
¿Dónde están los que defienden a los niños de la violencia? ¿Los hijos de Teresa no son víctimas de la violencia? ¿Necesitaban ser lastimados verbalmente y no con balas para que alguien les haga caso?
¿Dónde están los que defienden los derechos de los pueblos indios? ¿Teresa no era Triqui? ¿Los Triquis no son un pueblo indígena?
¿Dónde están los que defienden el derecho a la salud? Alexandra, la hija de 3 años de Teresa tiene una esquirla o cristal en la cabeza que no pudimos retirar, Frida Guerrera y yo, con agua hervida y sal y unas tijeras de kínder que es lo único que había al alcance para atenderla donde está. ¿Qué el doctor? ¿Qué el Centro de Salud? ¿De qué me están hablando?
Frida Guerrera, la primera y única reportera que ha entrado a Yosoyuxi luego de la masacre -- hasta la fecha--, se queda con una profunda sensación de impotencia. Nosotros no pudimos ¿Entonces quién la va a curar? El Estado mexicano gasta exactamente pinchemil millones de pesos en salud. Ni un centavo se invertirá en curar a Alexandra, se los puedo asegurar. Pero repito ¿Dónde están los activistas que se rifan el pellejo en éste país para atender el derecho a la salud que el Estado y el sistema se niega a atender? ¿Es demasiada chica su herida? ¿De cualquier forma de algo va a morir o la van a matar a balazos?
¿Dónde están los que defienden a los desplazados, a los perseguidos, a los refugiados, a los damnificados en otras partes del mundo? ¿Acaso solo lo son si lo dice Televisa? ¿Solo al lado de un artista famoso los Triquis pueden tener el estatus de desplazados, de refugiados, de damnificados?
¿Dónde están esos hombres y mujeres viriles, güevudos --como dicen los misteriosos desaparecedores--, que pueblan la política nacional, la “izquierda” y los movimientos sociales con discursos encendidos sobre la justicia y los derechos? ¿Matar mujeres, disparar contra niños de uno a 3 años, rematar a los heridos no es una injusticia?
¿Dónde están los que defienden la autonomía, la libertad, la democracia? ¿El pueblo Triqui no tiene el derecho a organizarse, expresarse como le dé su gana?
Podría seguir preguntando pero no sé si como desde hace 10 meses, 10 años, o 5 siglos estás preguntas en realidad no tengan respuestas o no merezca yo conocerlas.
Lo que sí sé es donde está el asesino de Teresa, Antonio Cruz, alias el Pájaro. Está estacionado en su carro focus rojo, con las luces ostensibemente encendidas, sobre una terracería que entronca con la carretera por la que vamos pasando rumbo a Tlaxiaco para mandar esta información.
Zona Triqui baja, lunes 18 de octubre de 2010.
David Cilia Olmos.
Se fue con un mensaje escrito en la mano, antes de irse sus ancianos padres le orientaron sobre su camino y le dijeron en Triqui: recuerda allá, donde te escuchen, los nombres de los que te quitaron la vida, y los repitieron uno por uno. No hay coraje, hay dolor y más que nada, la preocupación para que no se olvide el mensaje.
Antes de irse Orlando, el hijo la madre de Teresa, y su abuela, lavaron con alcohol sus manos y la planta de los pies para que llegue limpia a donde va. Orlando no llora, a sus 9 años entiende perfectamente que de nada le sirve llorar, las demás mujeres tampoco lloran, han estado presentes durante horas de pie, aquí no hay ni una silla donde sentarse, ni un banco y ni un tabique.
Teresa no fue velada en su casa, “¿Qué casa iba a tener si era desplazada?” me contesta un indígena Triqui. En la casa más cercana a la escuela, sobre unos cuantos blocks de concreto se colocó su ataúd, entre las sábanas solo se alcanza a observar su cabello negro ensortijado.
Teresa había resistido los más de 300 días que duró el cerco militar en contra de la localidad de San Juan Copala, los últimos días del asedio ya no había comida y solo bebía agua de lluvia, cuando llovía, pues ya era imposible salir de las casas.
Pero finalmente el sitio en contra de Cópala terminó con la toma militar del poblado. Primero la policía estatal tomo el Palacio Municipal Autónomo con el pretexto de la muerte del jefe paramilitar de UBISORT en la Sabana. La comunidad sitiada había sido tocada en su corazón. La policía estatal dejó el Palacio Municipal Autónomo, pero nuevamente las mujeres volvieron a salir a las calles de su comunidad y lo retomaron. No fue fácil, ahí murió una persona y hubo muchos heridos de bala.
Entre el 11 y el 19 de septiembre se dio la batalla por Copala, seis días le tomo a 400 paramilitares tomar el poblado casa por casa. La gente pasó los últimos días en sus casas con un estoicismo que se guardará en las páginas de la historia de este país, durante 3 o 4 días no tuvieron nada que comer y nada que beber. Teresa salió de su casa, con sus hijos el 14 de septiembre, durante la madrugada, en la oscuridad y dado lo abrupto del terreno calló en una barranca profunda y rodó arrastrando a algunos de sus hijos. Como pudo siguió su camino y finalmente logró pasar entre lo más difícil de la selva y barrancas el cerco de los paramilitares. Su esposo Jordán se quedó a intentar proteger el poblado y ayudar al escape de los demás habitantes, la mayoría de ellos de la tercera edad.
Cuando finalmente Jordán logró romper el cerco militar y escapar se reunió con ella en Yosuyuxi y enfrentaron su nueva situación, durante más de 10 meses ni Jordán ni Teresa habían tenido alguna fuente de ingresos económicos, pues primero no podían salir del poblado y luego ni de sus casas, ahora el joven matrimonio tenía que ver como alimentar a sus 6 hijos, que en 5 meses serían 7.
Teresa vivía escondida en la casa de su mamá. Ni ella ni sus hijos podían salir y ni siquiera asomarse a la puerta o a las ventanas, la casa de su madre estaba visible y peligrosamente a la orilla de la carretera. Ahí solo podía tejer diadema indígena, artesanías, para tener algún ingreso, pero ella no podía salir a venderlas, pues su vida corría peligro.
Una semana antes de su muerte Teresa y Jordán recibieron en esa casa a Matilde Pérez, de La Jornada, a Zósimo Camacho y David Cilia García, reporteros de la revista Contralínea, al corresponsal de Proceso en Oaxaca, a la reportera Frida Guerrera y a Reyna Martínez vocera del Municipio Autónomo en el estado de Oaxaca.
Reyna tomó las manos de Teresa en sus propias manos y le dijo mirándola a los ojos:
--Vámonos para Oaxaca, al plantón…
--No puedo Reyna –contestó Teresa—tengo muchos hijos y pueden dar mucha lata.
Reyna insistió, pero Teresa mantuvo su negativa, quería estar con su esposo y sus hijos juntos y eso sólo lo podía lograr estando en Yosuyuxi.
Ahora Teresa está muerta. Hasta esta localidad de la región Triqui Baja que reúne la mayor cantidad de desplazados de San Juan Copala llegaron los sicarios para ejecutarla.
Ahora mismo nos muestran la ropa que tenía puesta Teresa durante la emboscada. El largo cinturón indígena tejido a mano muestra las perforaciones de los tiros que la abatieron por la espalda, nos muestran el sostén tinto de sangre, el fondo, y el huipil de pos si rojo, con el orificio de la bala calibre 7.62. Pero no es la única sangre, en la camioneta en la que viajaba se nota la saña, el uso de diversos calibres, el miedo de los que con impunidad disparan que una vez apretado el gatillo no dejaron de disparar hasta que sobre la carretera dieron el tiro de gracia a Jordán, el esposo de Teresa.
Rodeada de flores, en manojos que nunca abandona una anciana Triqui, la madre de Teresa reflexiona o pregunta en un español bastante claro para quien lo quiera entender: “no sé porque le hacen así, ella no es hombre, nomás mujer, ella nomás estaba aquí, en su casa”.
Su pregunta me da claridad acerca de que los paramilitares que se están apoderando de México están mandando un mensaje de “equidad” en la muerte que distribuyen, los mínimos códigos de comportamiento en la guerra, para ellos son basura, lo que el jefe ordene, eso se hace. Los paramilitares que siguen masacrando al pueblo Triqui de Copala tienen los mismos códigos éticos que sus jefes Toño Pájaro, Heriberto Pazos, Ulises Ruiz, o sea, no tienen madre.
Pero yo me pregunto: ¿Dónde están las y los activistas que defienden los derechos de la mujer en México? ¿Andan en algún congreso internacional? ¿Teresa no era mujer? ¿Acompañaba demasiado a su marido como para que merezca ser defendida?
¿Dónde están los que defienden a los niños de la violencia? ¿Los hijos de Teresa no son víctimas de la violencia? ¿Necesitaban ser lastimados verbalmente y no con balas para que alguien les haga caso?
¿Dónde están los que defienden los derechos de los pueblos indios? ¿Teresa no era Triqui? ¿Los Triquis no son un pueblo indígena?
¿Dónde están los que defienden el derecho a la salud? Alexandra, la hija de 3 años de Teresa tiene una esquirla o cristal en la cabeza que no pudimos retirar, Frida Guerrera y yo, con agua hervida y sal y unas tijeras de kínder que es lo único que había al alcance para atenderla donde está. ¿Qué el doctor? ¿Qué el Centro de Salud? ¿De qué me están hablando?
Frida Guerrera, la primera y única reportera que ha entrado a Yosoyuxi luego de la masacre -- hasta la fecha--, se queda con una profunda sensación de impotencia. Nosotros no pudimos ¿Entonces quién la va a curar? El Estado mexicano gasta exactamente pinchemil millones de pesos en salud. Ni un centavo se invertirá en curar a Alexandra, se los puedo asegurar. Pero repito ¿Dónde están los activistas que se rifan el pellejo en éste país para atender el derecho a la salud que el Estado y el sistema se niega a atender? ¿Es demasiada chica su herida? ¿De cualquier forma de algo va a morir o la van a matar a balazos?
¿Dónde están los que defienden a los desplazados, a los perseguidos, a los refugiados, a los damnificados en otras partes del mundo? ¿Acaso solo lo son si lo dice Televisa? ¿Solo al lado de un artista famoso los Triquis pueden tener el estatus de desplazados, de refugiados, de damnificados?
¿Dónde están esos hombres y mujeres viriles, güevudos --como dicen los misteriosos desaparecedores--, que pueblan la política nacional, la “izquierda” y los movimientos sociales con discursos encendidos sobre la justicia y los derechos? ¿Matar mujeres, disparar contra niños de uno a 3 años, rematar a los heridos no es una injusticia?
¿Dónde están los que defienden la autonomía, la libertad, la democracia? ¿El pueblo Triqui no tiene el derecho a organizarse, expresarse como le dé su gana?
Podría seguir preguntando pero no sé si como desde hace 10 meses, 10 años, o 5 siglos estás preguntas en realidad no tengan respuestas o no merezca yo conocerlas.
Lo que sí sé es donde está el asesino de Teresa, Antonio Cruz, alias el Pájaro. Está estacionado en su carro focus rojo, con las luces ostensibemente encendidas, sobre una terracería que entronca con la carretera por la que vamos pasando rumbo a Tlaxiaco para mandar esta información.
Zona Triqui baja, lunes 18 de octubre de 2010.
David Cilia Olmos.
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