ALUX DRACO
En las hondas raíces del tiempo, cuando los árboles hablaban con el viento y las piedras soñaban en silencio, nacieron los Aluxes: pequeños guardianes de la tierra, sembradores de equilibrio y espíritus tutelares del maíz, los ríos y los montes. Uno de ellos, el más curioso, tenía una chispa distinta en su mirada. Se llamaba Alux, y era protector de los bosques sagrados de Bacab, donde danzaban ceibas de luz y cenotes espejeaban las estrellas.
Una noche sin luna, una voz antigua descendió desde la constelación del Dragón. Era Draco, espíritu celeste y memoria del universo, que se posó en el corazón de Alux y le habló:
> “Eres tierra y eres cielo. Lleva en tu aliento la sabiduría de los ciclos, pero también la conciencia del origen: el polvo de estrellas del que emergió el fuego, el agua y el hombre.”
Desde entonces, Alux Draco fue su nombre. Un ser diminuto, con alas traslúcidas de obsidiana y ojos que reflejaban galaxias. Su misión: cruzar eras y tiempos, desde el origen de los mayas hasta el presente, para recordar a los humanos su vínculo olvidado con la tierra y el cosmos.
🌀 El salto en el tiempo ocurrió una madrugada, cuando la última ceiba del bosque lloró resina de tristeza y el canto del quetzal fue acallado por el ruido de las máquinas. Alux Draco emergió en un mundo cubierto de concreto, donde los hombres vivían bajo luces artificiales y hablaban con pantallas más que entre ellos. No sembraban, no escuchaban, no miraban al cielo.
Fue entonces cuando Alux Draco comenzó a aparecer en los sueños de los niños, en los susurros de la lluvia, en los resplandores de las luciérnagas. Les hablaba de la simbiosis perdida: del maíz que ya no reconocía las manos que lo sembraban, del río que se sentía exiliado, del cuerpo humano que olvidó que su sangre vibra con la misma frecuencia que las estrellas.
> “No hay civilización sin raíz. No hay tecnología sin equilibrio. El polvo del que vienes no brilla más en tus ojos porque los has cubierto de humo y olvido”, decía con voz grave, aunque triste.
🌿 Algunos comenzaron a escuchar. Otros lo dibujaron en las paredes. Y hubo quienes, en medio del ruido del mundo, se detuvieron un momento para oler la tierra mojada, mirar la luna, sembrar una flor y recordar.
Porque Alux Draco no vino a imponer miedo, sino memoria. Vino a sembrar conciencia donde ya no quedaba monte, y a despertar en los corazones el anhelo de volver a ser polvo estelar y tierra fértil al mismo tiempo.
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