martes, 29 de noviembre de 2011

Diálogos sobre la pobreza...


Diálogos sobre la pobreza

Por: Lenin  Torres

El principal problema de la actual teoría social, que tiene su máxima expresión en el Estado Democrático, ha sido que no ha podido resolver el problema de la pobreza, su vigencia como expresión máxima de la civilidad ha sido cuestionada por esta realidad, así que no podemos quedarnos con el intento llano de teorizar para hallar la fórmula correcta que permita continuar con esta teoría de lo público, sin que se examine desde la pobreza como la prueba que tienen que pasar todas las prácticas políticas para sostener su funcionalidad y eticidad, sin ello, continuaremos dialogando entre sordos, y viendo cómo fracasa el diálogo sobre lo público.
La realidad de la pobreza cada rato nos escupe a la cara, no podemos continuar evadiendo el camino, ni balbuceando sobre lo público, porque lo público es cuestionado desde la pobreza, el único síntoma que cuestiona desde adentro su vigencia y actualidad. El dilema de la tragedia de Antígona cobra vida, Creonte (el bien común, el Estado) ha sucumbido a las demandas egoístas del derecho de Antígona, de dar sepultura a su hermano muerto, el Estado Democrático ha sucumbido a la vorágine egoísta individualista del propio hombre y se ha visto imposibilitado de contenerlo, por lo que los cuerpos del Estado Democrático Enfermo de Pobreza pululan por doquier. No se salva ni el poderoso imperio norteamericano, el fracaso del sueño americano se ha tornado en la pesadilla del mundo.
La crisis actual de los Estados Unidos, con sus más de 10 millones de pobres, y sus buenos miles de indignados activos y otros tantos millones de indignados pasivos, son prueba que la teoría del hombre social necesita una urgente revisión, que tiene que pasar por sus coordenadas conceptuales y reales, y las reales son la dimensión de la pobreza. Este país había sostenido la viabilidad de la naturaleza humana egoísta administrada estupendamente por el Estado.
La crisis de la economía virtual fue el inicio de ese resquebrajamiento conceptual del concepto del hombre público, y el cuestionamiento de la teoría pública democrática, por ende, la pobreza es su síntoma en lo real de ese fracaso.
Se había estupendamente protegido esa desigualdad de bienestar y esa desproporcionalidad de la repartición de las riquezas con una economía ficticia virtual que construyó la racionalidad del hombre. Con sus nuevas tecnologías de la información, estructuró un entramado ficticio y virtual para sostener el egoísmo y la prevalencia del individualismo como la característica primera de la condición de la naturaleza humana. Por lo que no ha habido nunca la condición de pensar en el bienestar del otro. Es el bienestar personal el que ha importado.
Habían pensado estúpidamente, como bien lo señala el filósofo esloveno Slavoj Zizek, que el maridaje entre capitalismo y democracia era eterno, el fracaso de ese hogar polimorfo perverso social con el que se habían quedado el hombre, capitalismo (expresión de lo individual) y democracia (expresión de lo público, de lo comunitario) se han divorciado.
Friedrich Nietzsche y Ernst Cassirer se habían adelantado al señalamiento que el hombre ha vivido de mitos y de ficciones, además que es la condición de la naturaleza humana, Nietzsche refiriéndose a que el hombre prefiere incluso querer la nada a no querer, su ficción constitutiva de una voluntad que somete la racionalidad, y Cassirer, haciendo referencia al mito del Estado.
Volvemos a reiterar, constituye la pobreza el examen no aprobado por la teoría pública-social del hombre, y que evadiendo ese realidad, nos hemos enfrascado en una vorágine intelectual de análisis de actualización de esa teoría, resumiendo que toda modernización de la política y la administración pública se ha reducido a enseñar estrategias maquiavélicas para sostener el poder, perdiendo valioso tiempo en el diagnóstico, que el examen de la pobreza nos arroja, la teoría social del hombre ha fracasado, por lo que se necesita urgentemente volver a problematizar sobre el concepto de naturaleza humana, volver a discutir antes- desde-después de los griegos, sobre el dilema entre lo público y lo privado, entre voluntad y razón, entre individuo y sociedad, entre inconsciente y consciente, entre ontogénesis y filogénesis.
Nos hemos resistido a aceptar que la teoría social democrática es una ficción, y que su viabilidad estaba puesta en duda. La resistencia a aceptar esa realidad ha constituido una larga y penosa historia de lucha, de troquelamiento de lo público, reconocimiento de la ley a fuerza, a sangre.
Todavía algunas partes del mundo moderno se han resistido y han ensayado otras fórmulas, o mejor dicho, otras aplicaciones de la misma teoría, buscando sostener su vigencia, ese lugar ha sido Europa, la última esperanza que la actual teoría social conciliara egoísmo con el bien público, ese intento de realización de la igualdad, también ha terminado en un rotundo fracaso: las fuerzas comunitarias han fracasado, y la esencia voraz individualista del capitalismo ha triunfado, no ha sido posible que el Estado mínimo pudiera arbitrar las corrientes individualistas con las socializantes, esto último, entendido como la concreción del bien común y la justicia social, no se pudo sostener el concepto mínimo de comunidad, no se pudo sostener la creación de las condiciones mínimas económicas y sociales para dotar a todos de bienestar social, incluyendo a los visitantes que se quedaron para siempre, las olas de emigración del África del Norte, no se pudo reducir la pobreza a una elección libre nihilista. Europa fiel a su historia de pensamiento humanista e idealista, intentó aplicar el modelo norteamericano con un sesgo socializante, creemos que el espíritu de Marx ha permanecido deambulando por Europa, no obstante, aún hay focos de resistencias, los países nórdicos, sus únicas barreras protectoras son sus bajos índices demográficos y su geografía, no sabemos cuánto tiempo se mantendrán aisladas y protegidas de las olas de destrucción de la crisis no tan sólo económica, sino primordialmente conceptual humana, que vive el mundo moderno.
Este escenario de descrédito de la teoría de lo público, nos sitúa o bien en el reconocimiento que la condición pulsional egoísta del hombre es imposible domeñarlas totalmente, o bien en la frustrante realidad que todavía no existe la inteligencia para crear una nueva teoría social que resuelva el problema de la pobreza que indicaría su vigencia y actualidad, y un Estado de Derecho Democrático que sea efectivo y viable.
Creemos que el error es que olvidamos que hay un trasfondo ineludible, la naturaleza pulsional del hombre, que sólo atrapando en el signo sus mociones pulsionales puede emerger como humano y civilizado, por lo que prevalece en él sus exclusivas visiones de la realidad, del mundo que quiere vivir, “nuestro caso particular es bastante interesante: nosotros hemos creado una concepción que nos permite vivir en un mundo, que nos permite percibir muchas cosas para poder soportar el vivir en este mundo”1, de sus deseos que se jactan de utilizar, incluso el saber, para hacerse escuchar, para ser. Sus acostumbradas maneras de dejar su impronta de confusiones y de miedos. La inmensidad de impresiones que avasallan a sus tenues y limitados sentidos, que hacen que se agarren hasta de la mentira o de la verdad privada de una escucha de sordos. Así parece que el valor y el desprecio al cuerpo es la única manera de salir del embrollo de su existencia. Aunque al final de cuentas, no haya más destino que la transformación del cuerpo en polvo, en basura, en tierra pisada, hecha huella donde renacerán algún día posterior, las nuevas instituciones ideales que harán que se vean otra vez diferentes y exclusivos, siempre con la ilusión de que pueda ser más que animales. A fin de cuentas, uno más de los tantos rostros de la pulsión, que reduce al animal hombre a:
Una triste suerte (…), que a despecho de todos sus esfuerzos está condenado a la rueda de Ixionte, atado a la peña de Sísifo y sentenciados a la angustia de Tántalo2.
El Estado Democrático, expresión moderna de la teoría social, ha fracasado, un Diálogo Permanente Sobre la Pobreza se instala como un urgente y vital Observatorio que cuestionará todo intento de diálogos sobre lo público superfluos y maliciosos, es cosa seria, está en juego la vida pública del hombre y el destino de nuestra especie.
No permitíamos continuar con nuestra epistemología social donde la pobreza representa una condición necesaria, la dialéctica perversa riqueza-pobreza, y en nuestras latitudes, hablamos de México, sea fatalmente un destino, incluso para muchos que ni siquiera han nacido.
Apostemos a que el Estado, aún en su expresión mínima, garantice el acceso a todos sus individuos a los alimentos, es decir, generar jurisprudencia al derecho que todo ciudadano debe tener el acceso a los alimentos, evitar de esta forma los extremos en que hemos caído en el sistema neoliberal capitalista, donde un número limitado de personas detenten las mayores riquezas del mundo, y el mayor porcentaje de la población, se debata en la supervivencia cotidiana. En México tenemos el mejor ejemplo de esa injusticia: contamos “honrosamente” con uno de los hombres más ricos del planeta, y, convive simultáneamente la realidad, que 60 por ciento de la población en México es pobre, o vive en extrema pobreza.
La idea de Estado debe cambiar, los ensayos entre un Estado benefactor intervencionista, o un Estado reducido a su expresión mínima, árbitro del libre mercado, o el Estado democrático que parecía era la expresión más civilizada del orden público y la civilidad, no han podido garantizar las condiciones mínimas de bienestar, subsistencia y felicidad al ciudadano.
Tampoco podemos permitir continuar con una cultura de la simulación y la paradoja en las reflexiones que hacemos de lo público, dado que todo intento de pensar lo público se ha pervertido por motivos inconscientes. Bajo un puritanismo académico, la hora de pensar la política, se ha reducido a esquemas conceptuales limitados que no han producido nuevos referentes epistemológicos ni una nueva filosofía del hombre que permita superar las contradicciones del actual sistema social.
Cuando menos apuntalemos una nueva ciudadanía retomando el concepto de lo público del mundo griego, puesto que ¡para los griegos las leyes (nomo) morales, sociales y políticas eran tan inexorables y reales como las leyes de la física (physis)!
Volver a los griegos, invita a hacer de lo público y sus cuestiones algo cotidiano. Esto atraviesa por el recobrar, de la esencia de la polis griega, la Ciudad Estado, la política –lo público– como algo familiar, como algo cercano, como algo ordinario, como algo vital. Así como lo eran el arte, la ciencia, la educación, las cuestiones del hogar.
La tarea es volver a hacer del hombre un ciudadano político, un ser comunitario.
Esta formación los griegos la ligaron a los conceptos de nomo y physis, sin los cuales sería imposible entender la cultura y la educación de lo público.
El nomo griego era más amplio que nuestro nomo actual, contenía, costumbre colectiva, normatividad, leyes que gobiernan la comunidad, y cultura.
La physis entendámosla como simple naturaleza, esencia inmutable de las cosas, la naturaleza o manera propia de ser.
Para los griegos estos conceptos nomo y physis estaban articulados, los nomoi de la ciudad eran a la comunidad humana, lo que las leyes de la naturaleza son al universo.
Fueron los sofistas quienes se enfrentaron a esta unidad. Para ellos, los nomoi eran creaciones humanas. Hoy decimos que son construcciones subjetivas del hombre.
Aun aceptando esa relatividad de los nomoi, aun aceptando que lo social es sólo un acuerdo de buena fe, de sentimientos y el compartir la misma visión de la experiencia humana, no podemos dejar de pensar que esa oposición, esa separación entre la physis y el nomo, ha traído sus consecuencias, cuando menos ha evidenciado la fragilidad y vulnerabilidad de la cohesión social, de lo público. Por lo que un ingrediente de creencia, de fe, de inmutabilidad, de eternidad, incluso de dogma de nuestra naturaleza social, es urgente para enfrentar los exabruptos de la violencia de lo pulsional como constitutivo del hombre, para darle certeza a nuestra convivencia social, y fundamentalmente, para pensar con más sabiduría los asuntos de la república –de la cosa pública

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