Así en Veracruz

viernes, 30 de agosto de 2013

Sara y la academia

Por:

Isael Petronio Cantú Nájera

La academia ha mostrado su virtud de independencia y ha elegido como rectora de la Universidad Veracruzana a la Doctora Sara Deifilia Ladrón de Guevara González, quien desde el campo de la antropología, sabe y conoce el origen de nuestra cultura. Con su elección, termina un proceso sobrepolitizado de elección de un rector dentro del mundo de la academia, que debió haber estado más impregnado de propuestas, de debates sobre el futuro de la universidad, que de pujas sindicalistas, partidistas y burocráticas. La rectora tiene ante sus manos el desafío de consolidar la educación superior en el estado frente a una corriente neoliberal que abandona la educación, y llevar el nivel académico a los retos que impone el conocimiento científico y tecnológico en la era globalizada del capital.
El reto académico es primordial a toda universidad, el cual no se mide simplemente por la matrícula y la titulación de sus estudiantes, sino, con la capacidad real de transformar el mundo desde el conocimiento científico y social. La escasa vinculación de la universidad con los procesos productivos y sociales del estado y del país, ha dado pie a una institución endogámica, que no ejerce influencia alguna en la sociedad… ahí está el campo veracruzano, los procesos agroindustriales, los industriales y de servicios, ayunos de la influencia de nuevos profesionistas que dinamicen su producción. Hay cierta vinculación, pero es totalmente insuficiente.
La endogamia universitaria tiene que ver también, con un viejo modelo corporativista que no ha abandonado a la universidad a pesar de sus años de autonomía… se puede apreciar una plantilla docente, salvo honrosas excepciones, inculta, adocenada, corrupta, capaz de vender calificaciones o, desde los traumas psicosexuales, traficar con favores sexuales para permitir pasar la materia o la incorporación a la plantilla docente a través de la influencia política del partido en el poder… la mano del Ejecutivo define el presupuesto y muchas cosas más; hasta hoy, la autonomía sigue siendo una entelequia.
El sindicato, avance democrático esencial de los derechos de la clase trabajadora, cinceló su perfil en un sindicalismo “charro”, cuya función fue crear una burocracia inoperante para la academia y que hasta el día de hoy, lastra la función educativa. Como en la vivificante cultura animista del totonacapan u olmeca, el espíritu de Eloína sigue dirigiendo al sindicalismo universitario e imponiéndole a la universidad un ritmo de trabajo pachorrudo, “guevón”, que afecta el dinamismo del conocimiento del alumnado. Frente a los doscientos días de clases efectivos que en muchas universidades del mundo se dan… la “uvre” se la pasa flojeando.
Dirán de los avances, de la matrícula, de los premios a ciertos grupos de estudiantes, de la cultura, de los Halcones, de los músicos, de los libros editados, pero todo eso es inherente a una Universidad, el reto es que ésta universidad eduque de la mejor manera y con las más altas cotas del conocimiento de punta a sus alumnos y que éstos, frente a los avatares de la vida cotidiana, demuestren que son capaces de cambiar su entorno político y social.
Dicen los magistrados, que por cierto muchos fueron alumnos de esa casa de estudios, que es bueno que los juicios adversariales u orales, se pospongan hasta
el 2015 porque no están capacitados ni los jueces, ni los titulares de los ministerios públicos, ni los abogados para ese tipo de juicios, entonces, ¿de que escuela salieron? ¿qué universidad patito les dio su título?
Se nos dirá que no hay dinero, lo cual es falso, si lo hay; lo que pasa es que la corrupción imperante hace que no alcance, mientras que lo peor de la UV es que la academia se venda al mejor postor.
La rectora tendrá que hacer uso de todo su conocimiento antropológico para descubrir las bondades académicas de la universidad, escarbar en los escombros que está dejando el neoliberalismo y reconstruir una universidad científica y humanista fuertemente comprometida con la sociedad; tiene necesariamente que redefinir los perfiles pedagógicos de la plantilla de maestros y maestras; los planes de estudio para hacer que los alumnos estén fuertemente vinculados a los procesos sociales y productivos del estado, del país y del mundo; tiene que reestructurar la relación con los sindicatos que no ven el incremento del nivel académico como el bien común de la comunidad universitaria. ¿Cómo es posible que una secretaria se pase treinta años sin avanzar en su nivel educativo y siga teniendo faltas de ortografía o no le interese el nivel y la calidad académica de los estudiantes? ¿Cómo es posible que existan maestros aviadores y no titulados, dizque, dando clases?
Sara debe estar feliz, como muchos de nosotros, por su elección como rectora de la Universidad Veracruzana, con ella se rompe el paradigma patriarcal de la educación en la máxima casa de estudios, pero también preocupada por hacer que la Universidad Veracruzana sea simplemente: una auténtica academia.

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