DESPERTAR
A TIEMPO
Romeo
González Medrano
¡Nuevamente
salieron a las calles los periodistas y, en general, los servidores de la
comunicación! Sus expresiones de protesta e indignación han
logrado extenderse a varias ciudades, le dije a la maestra Ester Hernández
Palacios en el auditorio de la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI)
durante el preámbulo a la presentación de dos libros preciosos de Martin Corona
Alarcón.
Siempre será preferible
denunciar la impunidad y las injusticias que el silencio o simular que no pasa
nada, pensé; no obstante la presión internacional, las
protestas de este domingo, como las de tantas otras ocasiones, parecen
insuficientes y, posiblemente lleguen a ser realmente escuchadas y atendidas,
cuando dejen de ser solo gremiales, incorporen las demandas de libertad, de justicia
de toda la sociedad y formen parte de la
profundización del proceso democrático en México. Para avanzar en tal
dirección, entre otras cosas, habría que empezar por la autoevaluación del
movimiento de los periodistas y de los
luchadores por la libertad de expresión.
Se
entiende que diversos Acuerdos Internacionales contemplen la protección de
periodistas cuando cubren acontecimientos de estados en guerra, casos en los
que las partes en conflicto, tienen rostro y existencia declarada y explícita. No
siendo este el caso de México, es posible que la condición de nuestros periodistas
indignados por tanta violencia no cambie mucho por el hecho de contar con la
famosa Ley para la Protección de Personas
Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, publicada en el Diario
Oficial de la Federación el 25 de junio de 2012.
Tampoco
creo en su réplica y en las instancias burocráticas a que ha dado lugar esta
ley. Para mí es un espejismo, una trampa
que separa, que aísla al gremio de su única y real fuente de vida, de perspectiva
de triunfo y que es estar al lado de las justas demandas de la sociedad, de los
igualmente violentados en sus derechos o
sea apoyando decididamente el urgente desarrollo
político democrático que necesitamos los mexicanos y sin el cual las
instituciones del Estado Mexicano, empezando por las de la justicia,
difícilmente se sacudirán los intereses que las apartan de las funciones para
las que fueron creadas.
LA LEY PROMOVIDA POR FELIPE CALDERÓN
obedeció a tres factores:
a).
En el escenario internacional, incluso en la ONU, llegó a cobrar intensidad la
denuncia de asesinatos y hechos violentos en contra de periodistas en México –
particularmente mujeres- ocurridos en diversas entidades federativas y que
hacen recaer la responsabilidad en el gobierno federal. b). El interés del
régimen de congraciarse con el gremio de los periodistas, en vísperas del
proceso electoral y post electoral de 2012. La “carnada”, pues. C.) Con la institucionalización
de la atención preferente de las denuncias de los periodistas, (Ley, Reglamento
y Mecanismos) se trata de responder
al clamor y recomendaciones de la comunidad internacional y, al mismo tiempo,
avanzar en la instrumentación de una estrategia gubernamental para el “aislamiento
del conflicto” del resto de la sociedad y de esa manera facilitar su control y
manejo.
CONTRADICCIONES DE LA
LEY
La Ley para la Protección de Personas Defensoras
de Derechos Humanos y Periodistas y el Reglamento de la misma, contraviene el espíritu del Articulo 1º de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como a lo establecido por la Ley
Federal Contra la Discriminación al excluir a ciudadanos y organizaciones
civiles, tanto de las acciones de prevención y protección que en la misma se
contemplan, como del derecho a participar en el Primer Consejo Consultivo del
Mecanismo para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y
Periodistas.
Ciertamente
gracias a la LPPDDHP, el Gobierno Mexicano atiende en parte las reiteradas
recomendaciones de organismos internacionales mas no satisface plenamente la
necesidad de que el Estado Mexicano asuma la responsabilidad de tutelar
derechos fundamentales para la democracia, toda vez que excluye entre los
beneficiarios de la protección del ejercicio del derecho a la libertad de
expresión, a todos los ciudadanos y
organizaciones civiles. Otra prueba de esta contradicción es que mientras el
glosario de la citada Ley ofrece una definición de periodista bastante amplia,
en la práctica y desde la constitución del Primer Consejo Consultivo también se
excluye a ciudadanos y organizaciones civiles defensoras de los derechos
humanos. La “Ley de Calderón” evidentemente está amañada y por eso ha dado
lugar a protestas de ciudadanos y organizaciones.
LECCIONES DE LA
HISTORIA
¡Como me recuerda la
lucha por las libertades democráticas en 1968!
Pero sobre todo, me recuerda aquellas pequeñas “conquistas” que poco a poco
fuimos logrando quienes estábamos presos en Lecumberri por el represor gobierno
de Gustavo Díaz Ordaz: Más horas de visita que a los presos comunes, mas
permisos “especiales”, ningún límite en el uso de la luz eléctrica, más tiempo para
el deporte e introducción de objetos personales, etc., ¡Nunca nos percatamos
que, procurando solo la mejora de nuestras condiciones de vida dentro del
penal, poco a poco y en la percepción de los casi 5000 presos comunes que nos
rodeaban, fuimos acumulando privilegios
de los que solo gozábamos los presos políticos,
con excepción de los grandes “jefes” de
cada crujía.
Acentuar
la diferenciación social fue una estrategia montada por las autoridades del
penal durante año y medio que les permitió contar con el resentimiento de los
presos comunes para utilizarlo la noche del 1° de Enero de 1970 en contra de
los estudiantes presos. Cuando el gobierno decidió reprimir y romper aquella
huelga de hambre, las autoridades del penal solo necesitaron soltar a los
presos comunes de sus crujías y estos, en lugar de tomar la calle, con el apoyo
de los celadores se fueron contra los
estudiantes en huelga de hambre repartiendo golpes con palos y armas punzo
cortantes y, para liberarse del rencor acumulado y fomentado, saquearon todo a
su paso. Sucesos narrados por José Revueltas en su célebre carta dirigida al
escritor Arthur Miller en Oposición Num.,1, 1970.
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